lunes, 18 de marzo de 2013
Una clase de verdad
Si llamé a Gabriela Pucci, un poco disfónica todavía, pero me entendió. Me sugirió que vaya a una clase el viernes ocho de marzo, pero tenía un casamiento en Pinamar al día siguiente, y le hice decirme que me vea el viernes siguiente. Es decir, hace tres días. Mi mamá dijo que iba a acompañarme, pero mi hermana tenía su primera clase de piano en la escuela municipal, por lo que finalmente iba a ir con Lucas. Entonces el viernes me dolían los ojos y mamá me llevó al hospital, y fuimos a buscar a Lu al colegio en el camino. Eran las seis y media cuando llegamos, y las siete y media cuando tenía que estar en la clase. Suerte que estabamos cerca. Siete y diez salimos, siete y treinta en punto, según el reloj que teníamos, llegamos. Entré a hablar con el hombre que atendía el lugar, y me retó porque eran diez minutos tarde. Le dije que venía del hospital y aunque no le importó, me cobró los 110 que salia la clase de prueba, al parecer, y me mandó a cambiarme. Entré a la clase que ya había empezado, junto con otra chica a la que el hombre también retó por llegar tan tarde, y Gabriela me pregunto más o menos así: "¿No sabés nada?", y le contesté que si. Entonces me ubicó en la última barra, entre el único chico y una chica que tenia a tres más adelante. Las otras tres barras eran movibles, y las chicas que las ocupaban sumaban en total unas veinticinco o treinta personas. La profesora tenía una remera violeta, un pantalón bastante formal, los anteojos de leer colgándole del cuello, y las media punta de baile. Ja. Nos empezó a marcar ejercicios, y como a la media hora, apareció un hombre (al cual no le veía la cara, sin los anteojos) del otro lado del salón. Después de mirar un rato caminó hasta el chico que tenía yo atrás. Y entonces me di cuenta quien era ese y que hacía ahí. "No puede ser, no, no es". Pero sabía que era Guerra. Porque claro, ese es su estudio con Pucci. Entonces me puse a pensar, que suerte tiene el de atrás mío de ser hombre. Si fuera hombre tendría éxito en la danza sin problemas, porque claro, hay muy pocos. Y además, cuando salí de la clase y me enteré de que mi mamá (que al final me llevo hasta ahí) había dejado que mi papá solo vea a Valentina en piano y se había quedado, ella me contó que el chico tenía 15 y vino solo del interior, a bailar. Encima de ser hombre! Y que había visto antes a Maximiliano Guerra pero no me quiso decir nada, así no estaba nerviosa. Salí a las nueve y llegamos casi perfecto con Lucas al cumpleaños de Manuel. Y me dolían las piernas. Y todavía me duelen. Lástima que tiene pocos horarios, pero voy a ir todos los viernes, por ahora. Y buscar otro lugar además. Y ¿cambiarme de colegio? No sé. Es necesario.
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