La mayoría de las veces, las historias que cuento surgen de pensamientos casi inconscientes que logran salir; ésta que voy a proceder a relatarles ahora, no es más que punto de vista consciente:
Ésto es algo que me guardé por mucho tiempo, y que, en realidad, sigo escondiendo. Es uno de esos aburridos relatos en los cuales se cuenta a alguien con un desorden cronológico de sentimientos que tratan de ubicarse donde deben, pero no lo logran. Me cuesta pensar como fue todo exactamente, y más cuando sólo me funciona medio cerebro (y entonces me siento como un delfín durmiendo); pero aún con todos esos inconvenientes, hago lo que puedo por escribir algo que sea legible. Intentar ordenarlo:
Principio: Vale aclarar que esto trata de una persona que podría llegar a ser una de las más importantes que conocí (no hablemos de familia, claro). Él es, por más que no lo sepa, una de esas personas con las que uno se siente seguro hablando (no olvidar el detalle de mi timidez), esas personas con las que se puede ser uno mismo.
Luego: El cerebro incorpora todo lo que pasas en la vida, y así, si llegases a re-vivirlo, te sentirías más seguro sabiendo que es algo normal. Pero éste no es el caso; es como darse cuenta que todavía no terminé de aprender. Los sentimientos se incorporan, pero éste es único.
Final: Todavía no acabó.
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