domingo, 27 de noviembre de 2011

La mirada azul del color

Amarillo se estrellaba cada hamacada contra el árbol que no lo dejaba elevarse más, loco por el no poder. Cyan lo miraba risueño, como si supiese que el otro podía volar pero no se daba cuenta. Rojo y Violeta jugaban con Verde a caminar descalzos sin ensuciarse los pies. No había naranja, porque se había ido de vacaciones, pero todos se acordaban de él, mientras permanecían en el patio, mientras Violeta desafiaba con pasos de muñeca a sus contrincantes en el juego, e incluso mientras Cyan se cansaba de reír y comenzaba a dibujar. Todos los movimientos dentro de las barreras que los encerraban en aquel jardín cesaron como si alguien manejara sus coordinaciones y acciones con algún extraño control remoto de algún extraño color espacial. Corrían entonces todos desde sus lugares hasta donde Cyan se había dispuesto a comenzar una obra. No solo porque trazaba las líneas en negro y se entristecían, si no porque querían participar también. Y entonces el dibujante dibujó. Cielos sin azul, árboles sin verde, paredes y soles sin amarillo, hamacas sin violeta y amor sin rojo. Los otros lo miraban con asombro, con admiración al atreverse a dibujar sin colores, y con tristeza también. Cyan trazó la última línea de arte negra, y se dió vuelta exhibiendo alegremente sus azules dientes hacia las cuatro miradas que le regalaban su atención. "No pensaron que lo dejaría sin pintar, ¿O si?". Le devolvieron la sonrisa, rieron a carcajadas, y se zambulleron en el dibujo como lombrices hambrientas. Había un patio entonces, de paredes amarillas, una hamaca violeta, que si se balanceaba, chocaba contra un árbol de copa verde, con las hojas al sol brillante, y a todo el cielo que miraba el amor rojo dentro del patio, jugando en la hamaca y a no ensuciarse los pies.

No hay comentarios:

Publicar un comentario